Desde la época de la Colonia, Lima y las ciudades de la costa, han vivido ajenas a lo que ocurre en el resto del Perú. Sin duda el poderoso avance de la economía de la Costa en general, en estos últimos lustros, proviene de una adaptación de su población a las necesidades del mercado moderno y globalizado. Supone la adaptación a la competencia, a patrones de consumo y a modelos de trabajo que implican una concepción integral de la vida. Esto ha traído, sin duda una lenta y beneficiosa incorporación a mejores condiciones de vida a muchas personas.
El previsible paro de la Amazonía es más que un típico enfrentamiento de clase, como dirían los marxistas. Es el enfrentamiento entre dos culturas con visiones opuestas y en gran medida incompatibles.
La visión de propiedad sobre la tierra de nuestra cultura occidental choca con aquella cosmovisión nativa en la que las fuerzas de la naturaleza forman parte integral del ser. Allí es impensable la privatización de la tierra, de los árboles o de las especies que habitan el mundo.
Han comenzado ya enfrentamientos, a consecuencia del paro nativo, con lamentables muertes de uno y otro lado. Por esta razón hace falta no solo diálogo, sino una apertura de ambas partes.
No puede pedirse confianza mutua, pues no hay puntos de contacto. Hay que construir esos lazos y hacer esto con sabiduría y mucha paciencia, porque de otro modo se degenerará en un enfrentamiento de imprevisibles consecuencias. Hoy no es posible que una de las visiones se imponga sobre la otra.
Es importante anotar que el cuidado del medio ambiente, una de las causas de este desencuentro, es un valor absoluto que debe ser considerado en primer lugar. La desaparición de especies, la contaminación de los ríos, el usufructo del conocimiento ancestral constituyen puntos determinantes en esta crisis. Es decir, el respeto a las necesidades no solo de la selva, sino del planeta entero. Por eso, deberá agregarse este punto como un aporte sustancial en el debate.
Sin duda, el uso de los recursos naturales es un elemento fundamental y es patrimonio de todos los peruanos. Esos recursos, están también en el subsuelo. En tal sentido, es evidente que debe buscarse una solución armónica y justa que satisfaga las necesidades del país y de las personas.
No es tiempo de soluciones simples. Hace falta una profunda visión integradora que implique un modelo de desarrollo y que encuentre puntos de convivencia coherentes.
Debe, entonces, convocarse con urgencia a los especialistas más connotados: antropólogos, ecologistas, etnólogos e ingenieros para desarrollar una propuesta coherente que respete las necesidades de los pueblos y las posibilidades de desarrollo.
Estamos hablando no solo de una crisis coyuntural, sino del devenir de los pueblos y del futuro de nuestro planeta.
viernes, 5 de junio de 2009
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