martes, 14 de abril de 2009

No te piques III

¿Qué pasará en los siguientes juicios que le esperan al tirano?

La política y el poder judicial, son, como el ser humano, impredecibles.

Imagino, sin embargo, a un reo silencioso, sin ánimo ya de defenderse, desgastado, mirando a sus jueces y casi implorando, no ya absolución, sino que lo dejen en paz.
Imagino a un hombre enfrentado a su conciencia; aquella tantas veces pospuesta conciencia que es implacable y que carcome el alma.

Veo también a unas tribunas algo compadecidas, pero también hastiadas de enfrentar en los jueces, a sus propias conciencias. Sin ganas de escuchar que no hay justificación para el robo, que no se debe chantajear, corromper, tergiversar ni manipular la verdad. Porque tocan esos deberes morales a todos los que roban en los mercados, a los que se quedan con todo lo que se encuentran en la calle, que corrompen policías, chantajean a sus mujeres y manipulan sus propias verdades para no darles cara.

Una vez que se acaben las gritas, cuando se aquieten un poco las aguas de la sentencia máxima por crímenes máximos, entonces, veremos a un pueblo algo triste, inconsolable, porque sus mecanismos de defensa no funcionan cuando se enfrenta a su propia justicia. Aquella justicia que habita en lo más profundo del alma.

Recordaremos que hubo un tiempo en que se terminó con los valores morales, que se llenó de basura la televisión y la prensa, a sabiendas, para corromper el pensamiento del hombre, que se privatizó y se dispendió el dinero público para un populismo que aun hoy tiene efecto en las intenciones de voto. Y se acabó con la dialéctica del pensamiento al acallar a todos los que discrepaban de un régimen de esa naturaleza.

Y entonces, los que creen que el Perú no puede funcionar sin una dictadura tendrán, aunque sea por un instante, que pensar que ese miedo a enfrentar las propias responsabilidades, es el que justifica la presencia de un padre autoritario que responda por nuestras debilidades.

El Perú tendrá que enfrentar la gran dicotomía entre el futuro y el pasado. Tendrá que dejar atrás la ignominiosa época en que fue gobernado por la corrupción. Pero también tendrá que verse en el espejo y enfrentar en su propio rostro el de alguien que representó todo lo que no queremos ver de nosotros mismos como sociedad.

No me hago ilusiones, sin embargo. Es fácil desviar la mirada, pensar en otras cosas. Es fácil echarles la culpa a los demás de nuestras propias faltas. Es fácil rehuir nuestras responsabilidades y buscar la mano protectora de los que intentan lo mismo, del grupo protector que impide que pensemos por nosotros mismos y que seamos, por fin quienes somos, solos ante nuestra soledad.

No te piques II

A ver, a ver. Al parecer, este señor es juzgado por varias cosas.

Lo condenaron por matar y secuestrar gente, usando el aparato del Estado. Dicen sus defensores que no hay pruebas. Los que sostienen eso, seamos sinceros, piensan in péctore, que se le debería perdonar, pues, aunque su culpabilidad es evidente, lo hizo para salvar al país. (¡Vaya salvación!).

Ahora se le hace un nuevo juicio por ladrón: Le dio quince millones de dólares a su asesor, como agradecimiento por sus invalorables servicios al país. Fue, obviamente, una entrega de dinero ilegal, tramposa. Algo a lo que, seguramente estaba acostumbrado.

Fue, también creen ellos, para salvar al país de un golpe de estado. Digamos que si fue así, ¿cómo explica que este asesor haya llegado a tener tanto poder? ¿Quién se lo otorgó? ¿Por qué lo hizo? ¿Qué quería callar con esa entrega inmensa de dinero?

Y ¿cómo explica que todos los servidores que tenía, simplemente obedecieron su orden de pagarle, sabiendo que era ilegal?

Ese es el resultado de un estado manejado desde arriba por un todopoderoso dictador, en manos de un asesor corrupto. Así funcionan las cosas en tales regímenes. No hay controles y en vez de servidores, existen lacayos.

Como en el caso de Chile, más terrible para la gente, que matar, podría ser robar desde el gobierno. Luego de esta sentencia vergonzosa. Ya no podrán hablar de patriotismo. ¿Lo veremos nuevamente gritar su inocencia?

No lo creo. Es un político muy hábil. Seguramente se quedará callado. Hará creer que es una persecución política, que se hace para matar a su movimiento y a la candidatura de su hija. Esta vez sus partidarios no llorarán, ni se rasgarán las vestiduras. Esta vez quedará solo desacreditar a todo el sistema judicial.

Todos los jueces y los fiscales, todos los abogados lo odian, será su argumento. De nada servirá defenderse ante una persecución de esa magnitud.

Entonces vendrá la siguiente sentencia y seguramente será condenado nuevamente. Falta que explique por qué, de qué manera y con qué dinero compró los votos de congresistas electos. Y luego, tendrá el caso del periodismo corrupto que solventó.

Esta vez ya no saldrán a las calles. Solo habrá algunas declaraciones de sus más allegados. Porque, la verdad, a algunos se sentirán muy mal de defender ciertas cosas, no porque tengan sangre en la cara o dignidad, sino porque será torpe y poco provechoso hacerlo.

Bueno, dirán los inefables: al fin de cuentas, todos roban. Lo importante es que hizo obra. Lo malo es que no pueden decirlo en público. Tendrán que defenderlo en voz baja.
No importa, no importa, pensarán. La voz baja, la indignidad, también puede ganar elecciones.

¡No te piques!!!

Así es la vida. No siempre se gana.
Aceptar las garantías de la democracia, es también aceptar las sentencias judiciales.
Sé que te cuesta, por tu formación totalitaria y tu poco respeto a los procedimientos constitucionales.

Pero no te piques, porque en este caso, el tribunal fue imparcial, la sentencia unánime y una verdadera pieza jurídica, impoluta y fundamentada.

A diferencia de los tribunales de la época de tu gobierno, hoy hay garantías y apego a la ley y al derecho. Es más, hoy se puede hablar, protestar y tener una cobertura de las acciones políticas, de los discursos de tus seguidores, de las opiniones y de las propuestas. Hoy existe pluralidad, discusión, poderes independientes. Eso no existió en tu gobierno. No era posible ver más que un solo nombre en las paredes, en la televisión o en la prensa.

Antes, tú decidías todo: desde las sentencias hasta los presupuestos, desde el uso del poder, hasta la vida de las personas. Ibas a los pueblos y decías: Acá se hace un puente, acá se cura a una persona, destino tanta plata para un colegio.

Hoy, claro, todo presupuesto debe aprobarse. No puedes salirte de eso, por más presidente que seas, porque hay límites. Todo debe estar ajustado a un plan sometido previamente, no a una decisión del momento. Es más aburrido, pero es más realista y eficiente. Es más ordenado y, sobre todo, da menos oportunidades para ser corrupto.

No te piques. Al contrario. Ten un poco de reflexión, ejerce algo de autocrítica. Acepta que hay otras personas, que piensan diferente a ti y que no por eso te odian. Son adversarios que quieren que un gobierno como el tuyo no vuelva a suceder.

Los fiscales no son tus enemigos. Hablan en nombre de la sociedad. Los que te atacan no lo hacen por cuestiones personales. Son gente que no quiere que vuelva a haber un régimen donde no se respetan las leyes, la separación de poderes, ni la libertad de expresión.

Nada tienen que ver los logros de tu gobierno. Nada tiene que ver si se acabó o no con el terrorismo. No es por eso que se te sentencia. Es por hechos reales, concretos. Hechos que, uno a uno, demuestran una conducta pertinaz de falta de respeto al prójimo y a los derechos fundamentales de las personas.

No niego que siempre estuve en contra de tu gobierno. Pero más estuve en contra de Sendero Luminoso. Aplaudí que sinceraras la economía, luego del desastre del gobierno anterior. Entendí que había que proteger a los jueces. Sobre todo, que a los terroristas se les juzgara y se quedaran en la cárcel. Fueron grandes logros.

Sin embargo, sabemos que el golpe de estado es siempre una mala decisión. Te quita la distancia necesaria para juzgar, te quita autoridad moral, una vez que pierdes el poder. Porque todo ese poder inmenso en tus manos, se pone luego contra ti. Se acumulan los derechos pisoteados, los abusos, incluso las iras contenidas y hasta la impotencia de todos los que son injustamente acallados.

Ahora, no te piques. Felizmente, en democracia, la pena no es proporcional al delito. Felizmente en el Perú no existe Ley del Talión. Hay una democracia que lo que busca no es la venganza, sino la rehabilitación del reo, al menos en teoría.

Sácale provecho y trata de ver el mundo desde el otro punto de vista. Aquel que hiciste creer que no valía nada. Sométete a tu propio destino, a ese destino que tú mismo construiste, paso a paso, día a día con cada acto.

Bueno, no te queda otra. Porque picarse solo impedirá que aprendas las lecciones de la historia.